Desde luego, la plebe romana aprendió la lección.
Tenemos noticias de alguna "secessio plebis" más a lo largo de la
República. Y en cada una de ellas se obtuvieron los objetivos propuestos.
Fue
importante la rebelión de 449 antes de Cristo. La ley escrita no existía. La
función de establecer justicia correspondía a los patricios, únicos que podían
ejercer magistraturas. Y la interpretación de la ley se ajustaba a la
"memoria" de los jueces, cuando no a la interpretación torcida para
favorecer a sus iguales. La disparidad de penas por delitos similares era
escandalosa. En los casos de disputas entren patricios y plebeyos, la esperanza
de una decisión justa era pura quimera, una extraña casualidad.
La
"secessio plebis" del 449 perseguía un objetivo claro.
Las
leyes debían estar fijadas por escrito. La interpretación de los hechos, las
decisiones de los tribunales, los castigos, en su caso, debían ser los
establecidos en normas claras y de conocimiento público. Lo consiguieron. El
resultado fue la Ley de las XII tablas. No entraremos en su contenido, pero
autores como Tito Livio o Cicerón las alabaron por considerar que en ellas
estaba el origen del derecho romano.
Otra
notable "secessio plebis" tuvo lugar el 445 antes de Cristo. Su
resultado fue "la ley Canuleya" que permitía el matrimonio mixto
entre patricios y plebeyos. Hasta entonces había estado rigurosamente prohibido
para mantener la pureza de la "gens", el linaje patricio y, sobre
todo, para evitar el acceso de miembros de la plebe - por matrimonio- a la
selecta minoría que detentaba las riquezas y el poder político.
La
"secessio" del 409 antes de Cristo logró que por primera vez los
plebeyos pudieran optar a una magistratura, un cargo público, que les
permitiera posteriormente su acceso al Senado, a órgano que elaboraba y
aprobaba las leyes.
La
del 367 antes de Cristo produjo las leyes "Liciniae-Sextiae",
disposición legal que establecía que uno de los dos cónsules de la República - casi
todo los cargos eran colegiados, desempeñados por más de una persona- debía ser
de origen plebeyo. Este logro es verdaderamente importante en la toma de
posiciones de la plebe. Para entendernos, el cónsul, salvando las distancias,
era el cargo equivalente al de presidente de gobierno, con poderes militares,
además. El cónsul pasaba al senado de forma automática. La plebe ha logrado ya
acceder de pleno derecho al órgano que dicta las leyes. Ha conseguido una
importante cuota de soberanía, "derecho a gobernar o gobernarse".
El
momento álgido de sus conquistas lo representa la "Secessio
Aventina", en el año 287 antes de Cristo. La plebe volvió a retirarse al
monte Aventino, en esta ocasión, y como consecuencia de ello, el Senado tuvo
que admitir la mayor cota de soberanía de la plebe de toda la Historia de Roma:
las decisiones de las Asambleas de la Plebe tenían poder de ley ("plebis
scitum"), por encima de los criterios del órgano legislador. El plebiscito
tenía mayor poder que el Senado en la elaboración de las leyes por las
que Roma se regía.
¿Os
imagináis que aún dispusiéramos de tal grado de soberanía...?
Conviene
no seguir adelante sin hacer alguna reflexión. Aunque faltan siglos para que
los intérpretes de la organización social acuñen el término "clase",
o "sociedad de clases", en los acontecimientos que acabamos de
reflejar hay una manifestación clara de "conciencia de clase" y de
"lucha de clases".
Para
empezar hay un grupo con conciencia de clase desde su propio origen. Los
patricios son plenamente conscientes de que forman una clase especial de
individuos en la organización de la sociedad romana, cuyo rasgo distintivo es
el goce de los privilegios económicos y políticos. Son los privilegiados los
primeros en desarrollar la conciencia de clase.
Por
contraste podemos distinguir en estos movimientos de la plebe romana que
acabamos de describir un proceso que responde a la formación de
conciencia de clase por parte de ese colectivo.
Se
dan las circunstancias que nos permiten utilizar el término. Primero, numerosos
individuos que conviven en poco espacio - Roma era una ciudad enorme-, son
conscientes de que soportan problemas semejantes; el mismo colectivo, disperso
como población en un territorio más amplio, habría tenido menos oportunidad de
tomar "conciencia" y nunca la habría tomado de su fuerza.
Toman
conciencia, además, de que esos problemas comunes derivan de una organización
económica, social y política que se basa en la desigualdad y en la que sus
intereses no son considerados por los poderes- ajenos a ellos- que escriben las
leyes, las ejecutan y enjuician a quienes no las cumplen.
Esa
situación conscientemente compartida por una significativa mayoría es el
cimiento de la conciencia de clase por parte de la plebe.
Pero
hay otros factores. Toman, también, conciencia de que son necesarios,
imprescindibles, para el funcionamiento de la estructura económica y social.
Incluso, para la defensa frente a enemigos exteriores. Esa dependencia
del sistema de su capacidad productiva y como sustento de las estructuras
les concede un factor imprescindible: la conciencia de su propia fuerza. Lo
demás es establecer las estrategias y asumir los riesgos.
Estos
rasgos los veremos repetidos en cada uno de los movimientos que analizaremos
para intentar comprender el Movimiento 15 M.
¿Deprime
o consuela? Hace dos mil quinientos años nuestros antepasados abandonaban
la ciudad y acampaban en los montes, en pos de la soberanía que los
privilegiados le negaban. Hoy hemos de acampar en el centro de las ciudades
populosas por la misma razón. No es arriesgado suponer que esto no acabará
nunca.
Al
menos nos enseñan. Tomaron conciencia de una situación injusta, compartida por
todos; tomaron conciencia de su número y, como consecuencia, de su fuerza; tomaron conciencia de la importancia
estratégica de concentrar sus demandas en escasos objetivos, reclamados de
forma unánime, sin dispersar sus fuerzas. Hombres de la edad del hierro nos
enseñaron el camino. Triunfaron. Cada vez que la plebe romana se echó al monte,
logró sus objetivos. Y ellos no tenían ni nuestra sabiduría, ni nuestros
medios, ni nuestra protección legal en un sistema democrático. Quizá su
indignación era más vibrante que la nuestra porque su miseria era mayor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario